En general, se pueden formar hongos en cualquier parte de la piel de tu gato. Son muy frecuentes en la cabeza (sobre todo, en las orejas), el lomo, las patas y la cola.
Normalmente causan una caída del pelo en la zona afectada en forma redonda o dispersa que puede extenderse a otras partes de la piel como manchas.
La parte afectada se vuelve seca y pringosa y si los hongos atacan las estructuras circundantes, como la hipodermis, las raíces capilares o las uñas, estas pueden inflamarse y enrojecerse.
Los gatos afectados pueden mostrar estos otros síntomas:
Picor: el gato se lame, se rasca o se restriega a menudo la zona afectada.
Dolor: si hay tejido inflamado.
Lleva inmediatamente a tu gato al veterinario desde que aparezcan los primeros síntomas para que le administre antimicóticos que se deben dar al minino durante varias semanas en forma de comprimidos (tratamiento sistemático). Le recetarán también pomadas a aplicar en las zonas afectadas (tratamiento tópico). Es aconsejable cortarle el pelo al gato durante el tratamiento, para que los principios activos penetren mejor en la piel.
Para no contagiarte de los hongos, toca al gato solo con guantes y limpia su entorno durante todo el tratamiento. También deberás desinfectar todos sus juguetes, su arenero y su comedero. Si es posible, sepáralo de tus otros gatos hasta que se cure.
Después del tratamiento, el veterinario volverá a examinar al gato para comprobar si ha surtido efecto. Si sigue habiendo hongos, alargará el tratamiento unas semanas más. Solo cuando hayan desaparecido los hongos habrá terminado la terapia.
Los hongos cutáneos afectan más a los gatos inmunodeprimidos, los mayores, los enfermos y los muy jóvenes. No obstante, los gatos sanos también pueden infectarse de hongos de la piel. Para que esto no pase, limpia regularmente todos los objetos que tu gato usa de forma cotidiana, así como su camita y arenero. Dale una dieta óptima y adaptada a sus necesidades y mantén al día su pauta de vacunación.