Los gatos, sobre todo los más viejos, son también víctimas de la hipertensión arterial, pero la mayoría de las veces no llega a diagnosticarse e impide un tratamiento preventivo.
Como consecuencia, el animal puede acarrear consecuencias muy graves, como por ejemplo, daños importantes en órganos como los ojos, el corazón, el cerebro o los riñones. En muchos casos son irreversibles, como la ceguera causada por el desprendimiento de retina.
Pero esta dolencia se puede tratar si se actúa a tiempo. Un diagnóstico temprano es clave para poder aplicar el tratamiento oportuno y evitar males mayores.
Existen tres tipos:
Primaria o idiopática: no guarda relación con otras enfermedades pudiendo tener una base genética.
Secundaria: causada por enfermedades como la insuficiencia renal crónica o trastornos endocrinos como la diabetes o el hipotiroidismo. La mayoría de los gatos con daño renal la sufren.
De "bata blanca”: aparece puntualmente por miedo, y es normal al acudir al veterinario ya que los gatos son muy susceptibles al estrés cuando se les lleva a sus chequeos rutinarios; su ansiedad puede hacer que la presión arterial aumente de forma anormal al encontrarse en un entorno médico.
Como siempre te aconsejamos, consulta a tu veterinario.